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martes, 23 de abril de 2013

Enrique de Castro y la iglesia de los que no se callan


 
 
Hola , por fin alguien se ha decidido a escribir sobre Enrique de Castro y la parroquia de Entrevias (San Carlos Borromeo), ha sido el periodista Marcel Sarrats y el 16 de mayo en el auditorio de ccoo (C/Lope de Vega) a las 19.30h hará la presentación del libro , que ha sido prologado por Luis Garcia Montero , Almudena Grandes.
Luego tomaremos un vino en la propia parroquia con Enrique.
Supongo que todos habeis oido hablar de Enrique de Castro , solo apostillar que para mi , es un oasis dentro de esta triste sociedad y alguien a quien le debemos mucho , muchísimo.
Allí os espero
Abrazos
Mississippi

Sinopsis

Dice el cura Enrique de Castro que la fe verdadera es la fe en el ser humano. Una fe que no exige ni intermediarios, ni dogmas, ni formulismos: sólo compromiso y lucha. Él lleva cuatro décadas combatiendo las injusticias y enfrentándose a quién haga falta, incluso a la jerarquía eclesiástica: en 2007 el conflicto con el Arzobispado de Madrid dio la vuelta al mundo. Marçal Sarrats bucea en ese microcosmos que es la parroquia de San Carlos Borromeo en Entrevías y traza un recorrido narrado por el mismo Enrique y por su gente más cercana. A través de sus conversaciones conocemos una iglesia que ha librado innumerables batallas en un barrio obrero como Vallecas a favor de los marginados: drogadictos, insumisos, okupas, gitanos, presos y sus familiares, desahuciados, inmigrantes... Una iglesia que nos interpela, comprometida y solidaria, de fe profunda, que de manera evangélica antepone el ser humano a la ley e incluso a la religión. «Lo contra¬rio del amor no es el odio, sino el miedo. Hay que actuar. Se crea o no en Dios, y dejando a un lado los milagros, es res¬ponsabilidad de cada uno intentar que se multipliquen los panes y los peces.» Del prólogo de Luis García Montero. 


Biografía


Marçal Sarrats Ferrés (Barcelona, 1984) es periodista. En 2001 empezó a colaborar en Ràdio Estel, compaginándolo con los estudios de Bachillerato, y posteriormente en la redacción de informativos de Ràdio Barcelona. Desde 2005 trabaja en la Cadena SER en el equipo de Àngels Barceló, primero como redactor del magazín «A vivir que son dos días» y actualmente en el informativo «Hora 25». También colabora con la revista Interviú. Ha presentado el programa de entrevistas «Siroco» en Localia Catalunya. Así en la tierra es su primer libro. 

Colección: Cuadrilátero de libros - Actualidad , núm 6

Podéis adquirirlo en:

lunes, 22 de abril de 2013

ALVARO DE LUNA, EN LA JAULA DE GATOS.



Asistentes:

Alvaro de Luna (invitado), Antonio Escámez, Luís Blázquez, Mariano Fernández Bermejo, Jacinto Santos, Carlos Bravo, Ramón Cervera, Agustín Ruiz, Javier Ruiz de Asín, Julio Rodríguez, Gerardo Viada, Eduardo Aznar, Miguel Ríos, Miguel Muñoz-Calero y Luís Yáñez.

Es cierto que tenemos ya una larga experiencia, a la hora de seleccionar invitados de notable interés social. La capacidad organizativa de este Foro que un día acertadamente dimos en calificarlo de “Jaula de Gatos” tiene aprobada su reválida de buen gestor y mejor armonizador de acontecimientos y coloquios de este tipo. De alguna forma la práctica y la experiencia de años, nos permite elegir cada día mejor a nuestros contertulios. Por estas y otras razones este escenario ha sido testigo del paso de importantes personajes del mundo de la política, de la comunicación, de la economía, de la literatura, del toreo, del cine, del fútbol, de la música, del humanismo y de casi todo aquello que pueda tener algo de importancia social en el diario discurrir de la vida cotidiana. Todos ellos nos dejaron sabias y profundas reflexiones, expresadas con total y absoluta libertad. Como debe ser.

Hoy nuestro invitado de honor ha sido Alvaro de Luna Blanco, nacido en Madrid el 10 de Abril de 1.935. Posiblemente el hecho de haberlo invitado haya sido uno de nuestros mejores aciertos. Hemos de felicitarnos por ello. Todos sin excepción, coincidimos en calificarlo como una persona entrañable, espontánea, sensible, brillante, cercana, culta, divertida y sobre todo de una gran humanidad, virtudes de las que muy pocos pueden presumir. Alvaro podría hacerlo, es justo merecedor de los adjetivos que de él se vertieron al final de la velada, e incluso me atrevería a decir que me he quedado un poco cortos en sus merecimientos.

Nos hizo vivir con gran intensidad más de tres horas en las que nos tuvo permanente fascinados con historias y vivencias de su larga y dilatada vida en todos los frentes de ese complejo mundo del espectáculo.
Fueron secuencias excepcionales y de una gran sensibilidad, que nos transportaron gracias a su extraordinaria facilidad narrativa a esos mundos de ensueño que envuelven la magia del cine y su entorno. Situaciones cómicas al tiempo que nostálgicas en las que puso de relieve la enorme intensidad de las experiencias vividas. Fuimos capaces de sentir el escalofrío de la fantasía, de aquellos momentos en los que interpretó a personajes de lo más dispar en su larga y dilatada vida de actor.

Nada presuntuoso, al contrario humilde a la hora de valorar su trayectoria profesional, lo cual engrandece más si cabe su indiscutible y reconocida calidad artística y humana. No descalificó a ningún compañero de profesión, más bien tuvo palabras de reconocimiento para todos los que compartieron con él, trabajo y cartel. De los directores y productores valoró en todo momento su enorme esfuerzo, su riesgo y su apasionado amor por la profesión. Hay que ser de muy buena pasta y tener mucho estilo, nobleza, clase, carácter, personalidad y sobre todo una gran dosis de agradecimiento hacia este singular oficio que le dio prácticamente todo en su vida.

Lejos de mitomanías y rimbombantes oropeles, Alvaro de Luna, es un hombre que pisa con los pies en la tierra y no se deja envanecer por el aplauso fácil. Realista y consciente de que el éxito no es una meta sino un camino, que la mayoría de las veces está sembrado de hirientes espinas camufladas con fina seda y que el picotazo de su aguijón nos devuelve siempre a la más cruda de las realidades.
Alvaro de Luna ha sido un verdadero regalo para este Foro. Como he dicho antes nos habló de muchísimas cosas, todas ellas contadas de una forma pausada y tranquila pero muy gráfica. Sus duros comienzos como especialista, forjaron en él un espíritu de constancia y solidez que le llevaron al reconocimiento que hoy le profesan sin excepción alguna todos los miembros de esa extensa familia del cine y del teatro.


Y esto, fue poco más o menos, lo que nos dijo:


“De aquella famosa frase que se publicó un día: “Ser actor en España es como ser torero en Nueva York”, nos aclara que no es suya, sino de Juan Estelrich, que se la dijo en sus comienzos en la profesión cierto día en que él lo estaba un tanto bajo de moral, que lo veía todo muy oscuro y que no encontraba una salida de futuro, entonces Juan se acercó a él y pasándole un brazo por su hombro le hizo la reflexión aludida al principio. Y de alguna manera cree que Juan Estelrich no estaba muy equivocado”.

“De los mejores momentos que ha disfrutado en la vida posiblemente las tertulias son las que le han deparado instantes inolvidables. En ellas tuvo la suerte de conocer a Mingote, Edgar Neville, Mihura, Alexandre, Fernán Gómez, Tono y un largo etcétera de gente maravillosa, llena de ingenio que eran capaces de jugarse la vida por
una frase en el momento oportuno. Y a fe que lo conseguían. Hoy todavía sigue asistiendo a una tertulia del Café Gijón en la que lamentablemente faltan muchos componentes de ella, que tanto prestigio le dieron”.

“Su carrera como actor, la empieza con más de veinte años, sin afición alguna y sin antecedente de ningún tipo en su familia y lo que es más, nunca pensó que se pudiera vivir de esta profesión. Su mayor cercanía con el cine fue buscando el confort de la calefacción que no había en casa. Su desembarco en el mundo del cine fue a raíz de haber trabajado como especialista; y curiosamente su debut fue con Miguel de la Cuadra Salcedo y otros amigos que nos reclutó en la Universidad Paco Lara, para participar como extras en aquellas películas producidas por Sam Bronston como: “Orgullo y Pasión”, “El Cid” y “La caída del Imperio Romano. Nos daban 700 pesetas, que en aquel entonces era una verdadera fortuna y es precisamente esta nueva forma de vida la que me hace decidir abandonar la carrera de medicina y dedicarme a esta nueva profesión, donde además de ganar un buen dinero, te permitía hacer cosas que me entretenían muchísimo como montar a caballo o hacer esgrima y encima cobrar”.

“Mi experiencia en Italia como especialista surge en aquel momento en que Paco Lara nos contrata como extras. Era a principios de los años 60 del pasado siglo. A partir de entonces se constituyen tres grupos en uno de los cuales lo formábamos cuatro amigos que habíamos empezado juntos un tiempo atrás. Por aquel entonces ya cobrábamos 1.000 pesetas diarias, lo cual me permitió comprarme una motocicleta Ossa que era todo un lujo en aquellos momentos. Recuerdo perfectamente que el primer papel en una película me lo da Tito Fernández, y consistía en pelearme en un restaurante con un señor que resultó ser May Brender, que utilizaba en la lucha libre el pseudónimo de Tigre Americano. También estuve en Italia contratado para colaborar en una película de Tato Romero Marchent. Y esa era toda mi experiencia cinematográfica. Unos meses antes había hecho un cursillo de quince días en Inglaterra en la casa Rolls, donde se habían fabricado las cuadrigas de la película Ben Hur, para conocer un poco su funcionamiento. Entonces apareció un italiano preguntando si había alguno que supiera de lucha con espada romana, y alguien le dijo que yo sabía esgrima y me contrató como especialista para estas lides; se llamaba Cataviano y nos ofreció al grupo un contrato por un año en Italia en la productora de Dino de Laurentiis. Aquello fue como una especie de bomba, claro que por aquel entonces yo no tenía ni un duro y no podía pagarme el billete a Roma, y acudí al dueño del Café Gijón para pedirle prestadas 4.000 pesetas que me dejó sin problema alguno. Llegamos a Italia, nos recogen en el aeropuerto y nos trasladan a los estudios Cinecittá que entonces estaban en el centro de Roma, donde tuvimos un recibimiento extraordinario que nos dejó gratamente sorprendidos. Por las mañanas entrenábamos en un campo de fútbol y por las tardes hacíamos las escenas cuya primera película en la que trabajamos fue “Barrabás”. Fue una época muy bonita, primero porque éramos jóvenes y segundo porque descubríamos a diario cosas que no habíamos visto nunca en España. Cuando llevábamos ya un tiempo, nos compramos una furgoneta para poder desplazarnos con más libertad, y nos fuimos a trabajar en una película a Verona donde al igual que a nuestra llegada a Roma por primera vez, nos recibieron como si fuéramos auténticos héroes. 
Desde entonces, por el magnífico trato que nos dispensaron, tengo por los italianos un cariño muy especial. Nuestra primera actuación se llevó a cabo en la plaza de Verona y consistía en simular una lucha sobre una especie de escalera que atravesaba un foso lleno de agua y en la arena circundante habían soltado unos leones y un tigre de Bengala, que nos aseguraban que no hacían nada ya que eran de un circo. Uno de nosotros tenía que matar al otro y caer al foso, mientras las gradas que estaban llenas de espectadores ataviados con ropajes de la época, gritaban como auténticos posesos viendo el espectáculo. El griterío debió sorprender y molestar a los leones y al tigre, los cuales empezaron a dar unos saltos que llegaban casi hasta donde estábamos nosotros, con el consiguiente miedo que nos daba la situación en la que estábamos y el peligro que corríamos, de tal forma que nos negamos a seguir trabajando en aquellas condiciones. A los pocos minutos aparecieron con una vaca completamente descuartizada, y volvimos a realizar la escena de la lucha, y cuando el compañero tenía que caer atravesado por mi espada, yo tiré la vaca y los leones y el tigre se la devoraron. Siempre me quedó la duda, que habría pasado si hubiéramos hecho la escena sin los restos de aquella vaca, quien sabe si se habrían comido a mi amigo Chinchilla que era como se llamaba. Posteriormente el dueño del circo, me dijo que le habían contratado a las fieras para exhibirlas, pero no para llevar a cabo una acción cerca de ellas; según él si no llegan a tomar la decisión de llevar aquella vaca descuartizada el desenlace podría haber sido muy trágico. El grupo lo deshizo un director de la productora, pagándoles a todos el contrato como si hubiesen trabajado, a mi por decisión del director que se llamaba Fletcher me lo prorrogaron durante dos años más, eso sí exigiéndome que tenía que cortarme el pelo que tenía alrededor de esta calva que luzco desde muy joven. Lógicamente no tuve inconveniente alguno en afeitarme la cabeza por exigencias del guión y con lo cual me aseguraba un contrato de largo tiempo y bien remunerado”.

“En sus inicios tuvo la gran suerte de coincidir con esa generación de actores a los que él denomina “Generación de los Grandes”, donde estaban figuras como Fernando Fernán Gómez, José Bódalo, José María Rodero, Pepe Isbert, Antonio Vico, Luis Prendes y otros muchos que hicieron un cine y teatro de gran calidad casi sin medios de ningún tipo. Curiosamente la gran mayoría provenían de tradicionales familias de cómicos, lo cual les daba un plus de percepción y conocimiento del estado anímico del público, algo que habían aprendido desde pequeños, y que les permitía conocer las claves de la sensibilidad y la naturalidad cuando estaban sobre un escenario o ante las cámaras; no los veías como actores, los veías como el personaje que interpretaban en ese momento, y eso es algo muy difícil en esta profesión, eso precisamente es lo que diferencia a un gran profesional de un mediocre”.

“Se podría decir que salvo contadas excepciones la mayoría de los actores que empezaron en su época son autodidactas. La forma de aprender la profesión era fijándose en los actores consagrados y sobre todo captando las emociones del público. Una de las asignaturas más difíciles era vencer la desconfianza en uno mismo a través de la interpretación, sobre todo en el cine y en la televisión donde no notas la sensación de lo que está bien o mal, lo contrario que en el teatro que al estar en directo con el público se establece un hilo conductor que le permite a uno percibir las vibraciones de aquel y saber si tu actuación gusta o no”.

“Los actores han de superar lo que se llama timidez, que en la mayoría de las veces es más un exceso de responsabilidad y también de una inseguridad motivada por el miedo a no poder dar el máximo de sus conocimientos en cada momento. El actor tiene que medir las emociones, ya que si se deja llevar por ellas habría un momento en que no sabría lo que está haciendo. A medida que se van cumpliendo años en esta profesión, uno se exige cada vez más, porque eres consciente que hay un público que ha pagado y necesitas por ello estar al límite de tus posibilidades, para dar lo mejor de ti.”

“Del amplísimo anecdotario del que él ha sido testigo directo, bien por haberlo vivido personalmente o porque se lo han contado de primera mano, recuerda al actor Alberto Closas al que ha considerado uno de los mejor actores de comedia que él ha visto, con unas características espectaculares para desmenuzar a los personajes para sacarle lo mejor de ellos. Le contaba pocos meses antes de morir, que siendo niño asistía en Uruguay a la escuela de interpretación que había montado Margarita Xirgu, y le preguntó: ¿Qué condiciones debe tener un actor?, a lo que ella con su ingenio le respondió con otra pregunta; ¿tu cuantas noches aguantas sin cenar?. También se acuerda de la primera obra de teatro que estrenó, cuyo título era “Todos murieron en Casa Manchada”, de Emilio Romero; y el día del estreno yo estaba muy nervioso y me fui del teatro a pasear por la Gran Vía, y estaba mirando un escaparate y se acercó Antonio Ferrandis, me puso la mano en el hombro y me dijo: “Oye chaval, muy bien, vamos tu vas a poder comer de esto, lo que no tengo seguro, es si vas a poder tomar café”. Aquella charla y la palmada de Ferrandis me dieron en aquel momento la tranquilidad que necesitaba. Guardo un gratísimo recuerdo de él, al cual siempre he considerado un actor extraordinario”.
“Los actores tienen varias formas de comportamiento ante el trabajo, una es responsabilizarse y la otra es pensar que solo él es capaz de hacer lo que está haciendo en ese momento y que su trabajo es el más importante del mundo. Casi nunca ninguna de estas
cosas es verdad a lo largo de la vida, la cual te enseña que el trabajo no es más que eso, un trabajo, pero lo único que es verdad es la responsabilidad que cada uno debe tener en su trabajo, que debes hacerlo lo mejor que sepas para sacar el máximo fruto de ello. Su pensamiento no es precisamente el de un calvinista, que piensa que la sublimación de la persona es el esfuerzo y el trabajo; cree que en la vida hay cosas muchísimo más importantes, como el amor, disfrutar de una tertulia de amigos, hacer cosas sencillas y sobre todo vivir en toda su extensión. Cree que habría sido un fracasado si al final llegara a la conclusión que solo el trabajo es importante, entonces habría dejado de ser Alvaro de Luna, hubiera sido otro hombre”.
“Recuerda cuando al presidente francés, François Mitterrand le acompañaba frecuentemente el actor Ives Montand, que era su amigo y como una especie de “álter ego”, daba la impresión como si de un consejero se tratara, algo que le parecía muy acertado y enriquecedor. En cierta ocasión le dijo al entonces presidente Felipe González, que no comprendía que no tuviese una persona como Mitterrand, cercana a él, que le hablase de las necesidades de la vida, de las personas, de la solidaridad a pie de calle y de cosas sencillas pero muy importantes, que al final son lo auténticamente trascendente para la mayoría de los ciudadanos. Se atrevió a indicarle que una de esas persona podría ser perfectamente Fernando Fernán Gómez, un actor que se había recorrido cientos de veces los caminos de España,y que había conocido a miles de personas de pensamientos dispares, que tenía una idea de la vida forjada a golpe de mirar a los ojos a las gentes y escudriñar en sus almas. Cree que le hubiera sido muy provechoso y gratificante haber tenido a Fernando o a otra persona de características similares, cerca de él y haber conocido las opiniones del pueblo de una forma directa y sin manipulación de ningún tipo”.
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Asegura que la profesión de actor está llena de cosas a favor. No está de acuerdo con ese tópico que dice; “que es una profesión muy difícil y que se sufre mucho en ella”, no es verdad; te da muchas más cosas que tu le das a ella, por lo menos en su caso esa es su opinión particular.

Jamás hubiera imaginado que podría haber conocido a personas tan importantes, que de ninguna otra forma y en otra profesión cualquiera jamás hubiera conocido.

Reconoce que de los personajes que ha interpretado, solamente ha extraído experiencia y conocimientos, que no es poco, sin embargo ha sacado muchísimo más de los públicos que han asistido a las funciones en las que ha trabajado, ya que ellos si le han transmitido sensaciones que son las que realmente tienen valor humano.
Comparte la opinión de que los actores de su época eran todos distintos, y su comportamiento como tal también lo era, y eso era precisamente una de las cosas que conformaban la personalidad de cada uno. No quiere decir con ello que los actores jóvenes no tengan personalidad, ni mucho menos, cree que son excelentes profesionales, pero como decía el maestro Fernán Gómez; “Sorprendentemente son todos iguales, visten igual, se peinan igual y caminan de la misma manera. Cosas de los genios”.

Alvaro de Luna nos dejó el sabor de la espontaneidad y esa sensación compartida de que por este Foro había pasado un ser de lo más humano, capaz de transmitir valores cargados de sensibilidad y de compromiso.
Alvaro ha sido un placer compartir contigo un día como este. Desde este momento tienes abiertas las puertas de este Foro.


Gracias por tu generosa amabilidad. Muchas gracias.



Por: Luís Yáñez.