Fecha: 19 de Septiembre de 2018
Lugar: La Posada de la Villa. Cava Baja, 9
Asistentes:
Iñaki Gabilondo (invitado), Ana Belén, Marta Robles, Sandra Fagil,
Patricia Porras, Ana Morales, Tamara Muñoz Calero, Gerardo Viada, Miguel Ríos,
Mariano Fernández Bermejo, Santiago Pedraz, Fernando Andreu, Víctor Manuel,
José Ignacio Rodrigo, Juan Fontán, Luís Blázquez, Guillermo Llamas, Jacinto
Santos, Manuel García Hierro, Leandro Crespo, Patxi Andión, Julio Sanz Lozano,
Antonio de la Riva, Jaime Porras, Enrique Chico, Alberto Sánchez Horneros,
Miguel Muñoz Calero y Luís Yáñez.
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Durante muchos años hemos oído a través de la radio, la palabra de este mago de las ondas, la voz inconfundible de Iñaki Gabilondo. En el mundo de la radiodifusión española, siempre ha habido grandes genios, cada uno en su especialidad, que marcaron una época en la que fueron dejando la huella de su grandeza profesional. Sin duda alguna Iñaki Gabilondo ha sido y sigue siendo uno de los referentes más significativos. Durante la dictadura franquista, época muy dura y difícil, había que ser enormemente imaginativo y hábil al mismo tiempo, para filtrar a través del muro de la censura, mensajes y opiniones discrepantes con el poder político del momento.
La agudeza y el arte de ingenio afloraron en aquellos días en los mejores; siempre ha sido así y seguirá siéndolo. Amén del riesgo profesional que se corría, lo fácil era acabar con los huesos en la cárcel y eso era un tanto complicado y por supuesto muy peligroso. Uno se jugaba algo más que el reconocimiento de una audiencia. Pero hubo periodistas que pese al peligro y las vicisitudes, se la jugaron a pecho descubierto, con firmeza y sin miedo, fueron varios y uno de aquellos fue Iñaki Gabilondo. Siempre en pro de que la noticia llegase al ciudadano lo más veraz y lo menos manipulada posible. ¿Lo consiguieron?, claro que lo consiguieron. Yo que soy un producto de la guerra civil, puedo dar fe que fue así, pero había que saber escuchar y leer entre líneas y palabras, para poder descifrar los mensajes que nos enviaban. Una época en la que la imaginación se estrujaba para llegar a conclusiones que alimentaran las esperanzas de libertad.
A ellos, a los profesionales de los medios de comunicación, se les deben buena parte de muchas ilusiones, máxime en aquellos tiempos en los que hasta el pensamiento, estaba maniatado por la intolerancia.
Cincuenta y
cinco años de inmaculada profesión periodística, desde que empezó en Radio
Popular de San Sebastián en 1963, hasta nuestros días, ciertamente dan mucho de
sí, tanto para bien como para mal. En su caso es obvio que prevalece lo
primero, puesto que todo el panorama periodístico, no solamente español, sino
del mundo entero, reconocen su incuestionable categoría. Habría que ser muy
necio, sectario e indocumentado, para no reconocer su talla y su valía.
Periodista
serio donde los haya, que jamás ha tergiversado, inventado o falseado una
noticia, y que nunca dijo aquello que no había ocurrido. Su forma de hacer
periodismo, ahí está, es todo un tratado ejemplar de cómo hay que hacer las
cosas.
En cierta
ocasión, en una reunión de periodistas, alguien dijo: “La verdad no existe, todo es subjetivo”, y ante esta manifestación
uno de los presentes reaccionó contundentemente diciendo: “¿Cómo que la verdad no existe?, basta con no mentir”. La respuesta
no pudo ser más rotunda. Uno puede estar o no equivocado, esa es otra cuestión,
pero lo que no se puede hacer, es que cuando las cosas suceden, negarlas o
contarlas según sus propias conveniencias, eso sí que es intolerable. Y no es
una cuestión de izquierdas o de derechas, es una cuestión de valores, que en algunos
casos se han perdido en esta profesión, como por ejemplo, la honradez y la
palabra, algo que nunca debiera haberse permitido.
Un periodista,
aparte de dar una imagen de credibilidad, tiene que mantener por encima de todo
la dignidad, una virtud que se gana día a día, y que le es
reconocida cuando se ha hecho merecedor de ella, por el hecho de haber
tenido una recta trayectoria, marcada
con el sello de la honestidad y la solvencia.
Con un verbo
fluido, natural, conciso y claro, nos fue haciendo una exposición de su
percepción personal, de cómo ha visto y ve las cosas desde años atrás hasta
nuestros días. Lo hizo desde una reflexión muy particular, sin pretender en
ningún momento hacer labor alguna de apostolado, y mucho menos sentar bases de
cómo uno debe pensar y reaccionar ante el futuro que se nos presenta. Me ha
parecido un análisis puntualmente muy acertado, sin que por ello se desechen
otras opiniones o posturas que discrepen de sus tesis. Esto es la esencia de la
democracia, respeto a las ideas de los demás, sin que por ello, uno deje de
defender las suyas.
En los últimos
años está viviendo un momento de gran escepticismo, por el hecho de que esta
sociedad erróneamente esté gestionando
el ayer, cuando debiera preocuparse del presente actual en que vivimos y
prepararse para ese futuro que se nos acerca. No puede evitar una mirada
melancólica a los tiempos en que este país, se creía con capacidad para
transformar la sociedad. Una época ilusionante en la que la ciudadanía era
partícipe de los cambios que se iban produciendo. Aunque le gustaría, no sabe
cuando hemos perdido ese talento social que teníamos. Y no quiere decir con
esto que idealice cualquier tiempo pasado, pero si añora aquellos sueños que
vivimos con tanta intensidad.
Le da la
impresión que los políticos actuales, no se dan cuenta de la capacidad de transformación que tienen
en sus manos, desde el momento que ejercen sus responsabilidades públicas. Es como si se les hubiesen olvidado todas sus
capacidades. Pero lo peor es cuando hacen vaticinios sin fundamento alguno,
ante los que aparentemente da la impresión de sentirse resignados, por hechos
que consideran inexorables, catapultando la realidad del momento en que vivimos
hacia el futuro, para augurarnos un negro destino de lo que supuestamente
pasará.
Y la pregunta es: ¿Os creéis que eso es tan despiadado, y que con vuestra gestión las cosas pueden ser transformadas en función de vuestras decisiones? ¿No sabéis que las cosas no son el resultado de un designio fatídico, sino el resultado de lo que los pueblos hacen y lo que permiten que hagan sus representantes? Entre esto y su oficio de comunicador, que está acompañado en paralelo y con una mirada cortoplacista, les estamos transmitiendo a la sociedad un mensaje oscuro, que la ciudadanía le guste o no, se ve en la necesidad de aceptar un futuro poco esperanzador que se les avecina. Cuando se acepta un destino trágico y no se lucha contra él, el final nos lleva al fatalismo.
Y ante esta posibilidad, la sociedad debe rebelarse, puesto que ella misma tiene que decidir su propio futuro. Es precisamente por todo esto, por ese temor a que no reaccione con prontitud, por lo que dice que lleva unos años de un cierto desaliento.
Y la pregunta es: ¿Os creéis que eso es tan despiadado, y que con vuestra gestión las cosas pueden ser transformadas en función de vuestras decisiones? ¿No sabéis que las cosas no son el resultado de un designio fatídico, sino el resultado de lo que los pueblos hacen y lo que permiten que hagan sus representantes? Entre esto y su oficio de comunicador, que está acompañado en paralelo y con una mirada cortoplacista, les estamos transmitiendo a la sociedad un mensaje oscuro, que la ciudadanía le guste o no, se ve en la necesidad de aceptar un futuro poco esperanzador que se les avecina. Cuando se acepta un destino trágico y no se lucha contra él, el final nos lleva al fatalismo.
Y ante esta posibilidad, la sociedad debe rebelarse, puesto que ella misma tiene que decidir su propio futuro. Es precisamente por todo esto, por ese temor a que no reaccione con prontitud, por lo que dice que lleva unos años de un cierto desaliento.
La democracia
es imprescindible y necesaria, pero cree que en estos momentos, se está
viviendo una gran crisis de la misma. Es necesario revitalizarla por los medios
que sean. Se percibe el peligro en muchas cosas, como por ejemplo el hecho de
que los partidos políticos hayan ido derivando hacia grupos extremadamente
cerrados, con disciplinas de corte militar, que prácticamente no permiten la
más mínima discrepancia, y si uno por las razones que fuere, intenta apartarse
lo más mínimo de la ortodoxia del partido, es expulsado del mismo con todo tipo
de descalificaciones. No es de recibo.
Después de la
dictadura franquista, la política que todos esperábamos ilusionados, fue ocupándolo absolutamente todo. Hasta la
organización menos importante e influyente, fue tomada y controlada por los
partidos políticos, sin embargo hubo muchos debates pendientes que quedaron sin
celebrarse, entre ellos el de la justicia, que hasta la fecha no se ha
conseguido. La velocidad de la justicia y la de la comunicación, hasta la fecha
no han conseguido sincronizarse, algo que en su opinión es un tema central y
fundamental de la democracia. Los tiempos de la justicia son lentos en sí, los
de la información son inexorablemente rápidos. Este es un problema objetivo que
necesariamente precisa articular un equilibrio, que no quiere decir que haya
que atropellar el proceso judicial, ni mucho menos, pero si precisa de unos
medios modernos con los que agilizar los sumarios.
La sociedad
española hizo un esfuerzo enorme por adaptarse a los nuevos tiempos, creciendo
de una forma desmesurada, pero al poco tiempo empezaron a dar síntomas de
flaqueza instituciones como la jefatura del Estado, los partidos políticos, el
Parlamento, los medios de comunicación, los sindicatos, etc., en cierto modo
por el hecho de que se le iban agotando las pilas, como consecuencia de unos
fenómenos que han ido generando una serie de patologías. Los partidos políticos
han terminado enrocándose en sí mismos, de una forma incomprensible. Si quieren
tener futuro, han de reciclarse y evitar en lo posible la endogamia que no
favorece en nada los objetivos para los que nacieron y que la sociedad les
había demandado.
Tienen que darse cuenta que todo está cambiando a una velocidad tal, que o se integran en el cambio o por el contrario quedan fuera de juego. La apariencia es que da la impresión de que no se percatan de las auténticas necesidades de la ciudadanía. Le sorprende cómo la sociedad española, esté tan indolente y pasiva, cuando ve la gran ineficacia en la resolución de los problemas que le afectan. Es cierto que para cualquier decisión política, se necesitan mayorías muy cualificadas y unir muchas fuerzas y voluntades, que hoy por hoy, no se percibe esta disposición, ni tampoco la altura de miras que se necesita para acometer estos problemas.
Cada día que pasa vamos dejando arrinconadas cosas de una importancia extraordinaria, porque están fuera de nuestro alcance y porque creemos que no se pueden abordar, precisamente por estar convencidos de que no tienen solución. Citemos algunos de ellos: La reforma energética, el pacto educativo, el reajuste institucional, la justicia, la modificación del problema productivo, la revisión de la Constitución, el actual problema de Cataluña, el paro, etc., problemas que imprescindiblemente necesitan de una mayoría, y no se pueden solucionar de ninguna manera sin un pensamiento común y generoso, alejado de posturas intransigentes.
Tienen que darse cuenta que todo está cambiando a una velocidad tal, que o se integran en el cambio o por el contrario quedan fuera de juego. La apariencia es que da la impresión de que no se percatan de las auténticas necesidades de la ciudadanía. Le sorprende cómo la sociedad española, esté tan indolente y pasiva, cuando ve la gran ineficacia en la resolución de los problemas que le afectan. Es cierto que para cualquier decisión política, se necesitan mayorías muy cualificadas y unir muchas fuerzas y voluntades, que hoy por hoy, no se percibe esta disposición, ni tampoco la altura de miras que se necesita para acometer estos problemas.
Cada día que pasa vamos dejando arrinconadas cosas de una importancia extraordinaria, porque están fuera de nuestro alcance y porque creemos que no se pueden abordar, precisamente por estar convencidos de que no tienen solución. Citemos algunos de ellos: La reforma energética, el pacto educativo, el reajuste institucional, la justicia, la modificación del problema productivo, la revisión de la Constitución, el actual problema de Cataluña, el paro, etc., problemas que imprescindiblemente necesitan de una mayoría, y no se pueden solucionar de ninguna manera sin un pensamiento común y generoso, alejado de posturas intransigentes.
Es la primera
vez que la sociedad es a la vez
escéptica y crédula, es decir, que no cree en nada y al mismo tiempo se
lo cree todo. Convierte en vulnerable a
todos y a todo, de tal forma que pone dificilísimo el acceso a nada, porque la gente te puede
recibir con una indiferencia y desconfianza superlativa, aunque uno llegase a
venir con la solución de los problemas absolutos de la humanidad. Gran parte de
todo esto proviene de las redes sociales, que de alguna forma nos han
idiotizado, hasta el punto de que algunos creen que si no estás en el circuito,
careces de la homologación necesaria para formar parte del sistema. Este es un
mundo muy infantilizado y como vemos que está derivando hacia ahí,
prácticamente todo lo que conocemos empieza a manejarse con unos usos y
costumbres que no son los nuestros.
Lo que está
claro, es que lo que nos traerá el futuro va a obligar a la sociedad, tanto a
esta que aparentemente no le importa
nada, como a la que es consciente que si le importará, que se ha de enfrentar a una serie de preguntas a las que
necesariamente tendrá que de darles una
respuesta, y en ese momento se producirán unos cambios de tal naturaleza, que provocará
un desafío brutal en el seno de la
propia sociedad. Lógicamente esta reflexión, casi con toda seguridad, no
afectará a aquellos que ahora sobrepasen el medio siglo, pero si a la juventud
actual, que en estos momentos está preparándose cultural, social y políticamente
para ese futuro al que se refiere.
La batalla que
actualmente se está librando en la sociedad, es la de la homogeneización y la
de los localismos, por el hecho de que
la globalización lo está unificando todo. Frente a esta corriente, que
muchos perciben que puede acabar con la biodiversidad y con el libre
pensamiento, se ponen en marcha unos movimientos de regreso al pasado, tratando
de atrincherarse de esta apisonadora que lo uniformiza todo. En esta batalla
Europa está totalmente implicada, aunque muy debilitada y desarticulada. Es
cierto que el eje del mundo se ha ido desplazando al continente asiático.
Europa, o cambia o no tiene ningún
porvenir en el concierto de naciones en
la nueva sociedad global, si no es uniendo sus fuerzas para tener más
musculatura económica, y por otro lado, transmitiendo ese tesoro de valores, que durante siglos supieron expandir
por todo el mundo llevando la cultura y el conocimiento a todos los pueblos del
planeta.
La España de
hoy en día es un país pujante con empresarios, investigadores, científicos,
etc. que están trabajando de una forma muy destacada y reconocida, la cuestión es que está fuera del circuito del discurso
oficialista. Los centros de investigación que tenemos en España son punteros,
los científicos son extraordinarios, las empresas españolas están reconocidas a
nivel mundial, pero el gran problema es que todo este potencial está viviendo
su aventura en solitario, sin apoyos institucionales, y así es muy difícil, por
no decir imposible, conseguir objetivos importantes. El desamparo político es
de tal magnitud, que incluso el periodismo, que debiera denunciar esta trágica
pasividad, se ha visto lamentablemente arrastrado al silencio por el
inmovilismo oficial. Y así no vamos a ningún sitio.
La cuestión de
la educación ciudadana, es algo que merece un análisis profundo. La libertad es
básica y primordial para el desarrollo democrático de un país, pero lo que no
es de recibo, es la falta de educación y de civismo. No se puede entender por
libertad, la grosería, la impertinencia, la falta de respeto y el abuso de
poder. Cree que una parte de la ciudadanía se ha saltado las normas elementales
de una forma incomprensible. Han dado una interpretación equivocada a la
libertad, que se aleja de los principios que la han hecho imprescindible para
la convivencia, despreciar estos fundamentos puede conducirnos a una situación
que nadie desearía.
En el tema del
terrorismo, hay que ser muy objetivo y no dejarse influir por reacciones en
caliente, porque hay un abismo sideral entre una barbaridad dicha por un
imbécil en una canción – por llamarle de
alguna manera – y el paso a la complicidad con el terrorismo. Es cierto que en
esta cuestión hay muchas heridas sangrantes y cierta paranoia, comprensible
cuando la barbarie ha afectado directamente a uno mismo o a lo cercano, pero
desde el punto de vista de la justicia, las cosas han de verse con una óptica
serena y lejos de apasionamientos.
El caso de
Cataluña es muy específico y singular. El hecho de no ser abogado no le permite hacer una valoración ponderada
y equilibrada, sin embargo, por su profesión ha escuchado opiniones de juristas
solventes, que consideran que el hecho de haber acusado a los dirigentes del
gobierno catalán, actualmente en el exilio o en prisión preventiva, del delito
de rebelión, estaba fuera de lugar, y se corría el riesgo, como así ha sido,
que la justicia de otros países europeos no aceptasen este delito para
extraditarlos. Había otros motivos de encausamiento, que posiblemente hubieran
prosperado en países como Bélgica y Alemania, y con toda seguridad hoy
estaríamos en otro escenario totalmente distinto. Muchos juristas no entienden
que el Tribunal Supremo, instruya e investigue un asunto como el de Cataluña,
aunque también es cierto que el hecho de no tener una formación específica en
este tipo de materias, las opiniones pueden resultar un tanto temerarias. En
relación con los políticos encarcelados, manifestó su opinión diciendo: “Si el acercamiento de los políticos presos
fue un acto de normalidad legal, que sea bienvenido. Pero sí con ello se
pretendía dulcificar el encuentro que tuvieron Pedro Sánchez y Quim Torra, me
temo que fue una pérdida de tiempo”. También cree que en estos momentos
detener la máquina del movimiento independentista, no le parece nada fácil.
Las redes sociales hay que valorarlas, observarlas, interpretarlas y entenderlas como un punto de referencia, pero en todo momento con mucha objetividad, y primordialmente para conocer la temperatura social en casos determinados, pero en ningún momento poniéndose de rodillas ante ellas, ni concederles una autoridad que no tienen, ya que esta autoridad reside en los centros representativos de la propia sociedad. Los medios de comunicación están viviendo una crisis fabulosa, como consecuencia del cambio de las nuevas tecnologías, que han irrumpido sobre los medios hundiendo las estructuras tradicionales, lo cual ha producido un pánico sobre el sistema, de tal magnitud, que siendo como son las redes sociales, objetivamente muy importantes, lo son más, porque los propios medios de comunicación le han dado posiblemente una importancia desmesurada. Cualquier diario que visitemos en estos momentos, en cualquier punto del planeta, parece más una nave espacial que una redacción periodística. La preocupación es tal, que todos están llevando a cabo una transformación de cara al futuro, ante el reto de poder adaptarse a la realidad actual.
Nos dejó algunas reflexiones, que dejan muy claro cual es su forma de pensar. Estas son algunas de ellas:
“La crisis del 2008 desenmascaró la forma de vida
y la realidad en la que vivíamos; fue como si de pronto hubiésemos descubierto
la impotencia de cualquier ilusión humana”.
“Los partidos políticos, han dejado de ser una
esperanza, para la solución de los problemas de los ciudadanos”.
“Soy un defensor de la Transición, aunque sí es cierto, que a partir de entonces, no se hayan hecho bien todas las cosas, pero si la mayoría”.
“Es absurdo decirle a la juventud actual, que no
tiene futuro, lo que tenemos que decirles, es que su futuro no está escrito,
que lo tienen que escribir ellos mismos y que será como ellos lo escriban”.
“La sociedad se pregunta permanentemente, que es
lo que va a pasar, cuando lo que tenemos que preguntarnos, que es lo que vamos
hacer”.
“El pasado está lleno de profecías que no se han
cumplido”.
“No es cierto que la verdad esté en las redes
sociales, lo cual es un enfoque erróneo,
por el hecho de que en ningún momento representa la mayoría social”.
“La sociedad puede cambiar mucho más de lo que
parece”.
“Esta juventud, que en muchas ocasiones dicen que
pasan de todo, no van a poder pasar de las múltiples realidades que les esperan
en un futuro”.
“Cree que Europa no tiene porvenir ante la presión
del continente asiático, salvo que nos unamos sin reservas de ningún tipo, de
una forma compacta y sin fisuras”.
“Más allá de lo que llamamos artículos de primera
necesidad, hay otros artículos que hoy nos parecen lujos, pero en breve serán
imprescindibles”.
“La sociedad vive en un permanente estupor, dentro
de esa corriente homogeneizadora que
trata de unificar el pensamiento”.
“El delito de odio, es el nieto de la incitación
al terrorismo”.
“Algunas naciones tienen temor a la cuestión de la migración, otras a la pérdida de su propia identidad. No hay que tener miedo, hay que dar solución a los problemas”.
“El medio de comunicación es un producto
intelectual. Nadie monta un periódico
para ganar dinero, se ha hecho siempre con otros fines menos prosaicos”.
“Los medios de comunicación deben contar a los
ciudadanos lo que tienen derecho a saber, no lo que quieren oír”.
“La política se ha abrazado la demoscopia, perdiendo ideología,
sentido y mensaje, sin saber lo que
quiere comunicar, esperando el resultado de las encuestas, para saber la
opinión que debe dar sobre una cosa”.
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Hoy hemos tenido con nosotros el arquetipo de lo que es un periodista modélico y ejemplar. Un periodista que nadie, de cualquier tendencia política que sea, lo cuestiona o lo rechaza. Su voz, su imagen y su opinión transmiten seriedad, confianza y credibilidad. Ha sido un lujo tenerlo hoy con nosotros en este Foro. Felicitémonos por ello.
Gracias por
todo Iñaki, las puertas de este Foro estarán siempre abiertas de par en par,
para recibirte como te mereces, con la admiración y respeto que debemos a uno
de los más grandes periodistas que ha dado este país. Un periodista que ha sido
capaz de transmitir ilusión y veracidad, cuestiones que el gran público ha
sabido valorar siempre en su justa medida.
Hasta siempre
Iñaki, muchas gracias.
Por: Luís Yáñez.