Amaya Mendikoetxea en la Jaula de Gatos
La universidad en la encrucijada, autonomía, bien común y futuro democrático.
Hace
un par de semanas, la revista Nature dedicaba un número
especial a las universidades y lo titulana They made the modern
world, now they must survive it, “Construyeron el mundo moderno
y ahora deben sobrevivir a él”. Y este titular creo que
resume muy bien la paradoja actual. Las universidades han sido motor
de la modernidad, sobre todo desde que se incluyó la investigación
y la generación del conocimiento como una de sus misiones
fundamentales. Este es el modelo que se siguió en España en la gran
expansión de las universidades públicas en los años 80. Hoy, estas
universidades se enfrentan a desafíos sin precedentes. Por un lado
están las presiones financieras; por otro las actuaciones
políticas que atacan la autonomía y la libertad académica;
otras son las tecnológicas con la extensión de
la inteligencia artificial que en cierto modo pone en cuestión la
labor del investigador, del docente y del profesional; presiones
sociales con una creciente desconfianza hacia la ciencia
donde el conocimiento experto está bajo sospecha; presiones que
tienen su origen en el populismo que fomentan la polarización,
cuestionan la legitimidad de las instituciones académicas y sobre
todo alimentan esa desconfianza hacia el conocimiento científico. Y
lo que está ocurriendo en las universidades es simplemente el
ejemplo de una tendencia global que es la erosión de los pilares que
estructuran nuestra vida común.
La Universidad Autónoma de Madrid surge en 1968 en un contexto de masificación de las aulas en España y donde todavía existían estructuras muy rígidas y con escasa autonomía. Y surgió con el adjetivo de “autónoma” (como la de Barcelona y la de Bilbao o del País Vasco) porque a estas tres universidades se les dio una enorme libertad para contratar profesorado (muchos estaban en Estados Unidos y en otras regiones) y fundar una universidad realmente investigadora. En cierto modo, la Autónoma de Madrid se adelantó al concepto de autonomía universitaria que luego ha protegido la Constitución donde se garantiza la libertad de pensamiento básicamente.
Las universidades producen el 70% de la investigación española. Y en Madrid de cada euro que invierte la Comunidad de Madrid en la universidad pública, se retorna alrededor de 6 € a la sociedad en productividad, en bienestar, en impuestos, etc. Pues gracias a esa expansión de los años 80 y 90, y al compromiso de quienes defendieron en ese momento la ciencia y la cultura, incluso en las peores circunstancias, hoy millones de familias pueden decir que la universidad les cambió la vida. Y también cambió el país. Fue una enorme aportación a la sociedad democrática que necesitaba todo tipo de perfiles profesionales.
Pero con la crisis de 2008, donde la financiación universitaria cayó un 20% (en Madrid un 30%) y ahora, en términos de inflación, estamos en un 25% por debajo, la situación nos obliga a tener congelación de plantillas, precariedad, infraestructuras degradadas y una capacidad limitada para planificar a largo plazo. Madrid se ha convertido en el epicentro de la atención universitaria. Y aquí se da un cóctel perfecto. Por un lado una financiación insuficiente (en relación al PIB es de un 0,76%; en Madrid de un 0,47%). Por otra parte la explosión del sector privado. En el sistema universitario español en este momento hay 50 universidades públicas, ninguna después de la Politécnica Cartagena y 47 privadas. Y en Madrid la diferencia es 6 públicas y 14 privadas. La educación superior es un enorme negocio. Los ingresos anuales del sector privado este año han alcanzado 2.745 millones de euros. Su tasa de rentabilidad es alrededor del 10%. Como comparativa, la Universidad de Alfonso X Sabio recibe 2.000 millones de euros de un fondo de inversión y tiene 18.500 estudiantes. Las seis universidades públicas de la Comunidad de Madrid recibimos de la Comunidad 1.200 millones de euros y tenemos 200.000 estudiantes.
Y en tercer lugar, existe un interés político en erosionar los campos universitarios y esto va más allá del interés económico. Estamos asistiendo a un asalto frontal de las condiciones que hacen posible el pensamiento libre. Un ejemplo son las actuaciones de Vito Quiles que forman parte de un plan programático para, de alguna manera, mermar estas instituciones, desprestigiarlas, crear un clima de sospecha y que pierdan su condición de puntos de anclaje, de bastiones de estabilidad en un mundo cada vez más inestable. En este contexto podríamos hablar también de la ley autonómica. Es una ley que no corrige, sino que agrava, que también dibuja una universidad bajo sospecha, que gestiona mal sus fondos públicos y por lo tanto hay que colocarles una oficina de intervención, que aparece en la ley, que son díscolas, y por lo tanto hay que imponer una serie de sanciones, que aparecen en la ley, que son endogámicas, por tanto la ley obliga a que los doctores se desvinculen de la universidad antes de ser contratados y a la vez se devalúa su poder sumiéndolas dentro de un paraguas muy amplio de educación superior en la que está la FP, la educación artística, la educación deportiva, las escuelas de negocios, etc. Esta ley, debilita la autonomía universitaria, impone obligaciones unilaterales, equipara a las públicas y privadas sin igualdad de exigencias, incrementa el control político y económico, penaliza la captación y retención de jóvenes doctores y no garantiza una financiación estable ni objetivos de calidad.
Mirando al 2040, que debería ser un poco el objetivo, lo que tenemos son retos enormes y oportunidades extraordinarias como son la inteligencia artificial, la educación híbrida, la ciencia abierta, la sostenibilidad, la internacionalización… Pero solo las podremos aprovechar si defendemos tres principios, que son la autonomía académica, la financiación suficiente estable y la igualdad de oportunidades reales. Lo que está en riesgo es el pensamiento crítico, la ciudadanía libre y la propia democracia. Desde la universidad tenemos que llegar más a la sociedad, tenemos que explicar mejor qué se hace en ella y tenemos, de alguna manera, que combatir la idea extendida de que somos unos privilegiados y unos vagos que recibimos dinero público.
Amaya Mendikoetxea, Ángeles Heras, Ana Rosa Semprun, Hilda Jiménez, Laura M. Sanz, María Zaplana, Marga Crespo, Marta G. Cassina, Patricia Martínez, Cata Moreno de la Cova, Shanna Al Sahoud, Xisca Ramis, Alfonso Mtnez de Irujo, Carlos Martínez, Chema Gredilla, Ernesto Fdez Bofill, Celso Arango, Gerardo Viada, Germán Gamazo, Francesc Guardans, Iván Matamoros, Luis Puente, Juan Chaves, J. M. Padilla, Jaime Porras, Miguel Bernáldez, Nacho G. Radina, Santiago Pedraz, Miguel Muñoz -Calero.
Coordinador: Miguel Muñoz-Calero.
Resumen de la tertulia y blog: Alejandro Dolz.
Fotografía y grabación: Iván Matamoros.
Tarjeta invitación: María José Sanz.


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